martes, 2 de abril de 2013

Abrazar a Francisco, para reencontrarme con Bergoglio.

Foto: Abrazar a Francisco, para reencontrarme con Bergoglio.

Me recibió con un afectuoso: "¡Sergio, qué bueno que estás acá! ¿Te colaste? Y en realidad, una vez más, tenía razón.

Fue en la primera audiencia del papa Francisco con los líderes de las diferentes religiones. Allí me reencontré con el querido Bergoglio. En el marco imponente de la Sala Clementina, el abrazo trascendió la formalidad del protocolar saludo para ver en su sonrisa y gesto cercano a quien, investido como papa, era nuestro Bergoglio de siempre. Así, con los gestos que son tan suyos, es cálido, directo, íntimo. Con el humor de quien no pierde la sonrisa ni la frescura aun desde esas alturas, recuperando en cada uno la misma apertura, para finalizar pidiendo que sigamos rezando por él. Me presenté tan solo para bendecir y agradecer este momento. El gesto del abrazo corona un camino de quien es mi referencia, pero también el compromiso renovado por el desafío que nos convoca. "Ahora que estoy ante Francisco, vuelvo a abrazar a mi rabino Bergoglio", le dije. Me regaló una sonrisa y, con su humor tan particular, me recibió con un afectuoso: "¡Sergio, qué bueno que estás acá! ¿Te colaste? Y en realidad, una vez más, tenía razón.

Sin entrar en los detalles, no había sido incluido en la delegación formal de representantes de instituciones judías ante el Vaticano y, frente a la rigurosidad infranqueable del protocolo vaticano, aun con la colaboración de los propios dirigentes de la comunidad judía tanto argentina como internacional que estaban presentes, no fue posible incluirme para la audiencia, hasta que, como era previsible, fueron mis amigos sacerdotes y obispos como es el que caso de monseñor Sanchez Sorondo, quienes hicieron llegar la voz para que fuera el mismo papa Francisco quien instruyera a la Secretaría de Estado para que me dieran el acceso, y celebrar en ese mínimo instante que fue eterno para reencontrarnos y poder vernos.

Luego del abrazo de reencuentro, rezamos.

Nuestra milenaria tradición judía prescribe recitar una bendición cuando uno está frente a un sabio y gran maestro de la humanidad. Así que con la alegría del corazón y el alma exaltada en gratitud, recité en hebreo la bendición para concluir juntos diciendo los dos como uno: Amén.

¡Qué emoción! ¡Qué energía! Un momento único que quedará por siempre en el corazón y en el alma, un surco fértil de espacio-tiempo que dará su fruto en la buena cosecha del porvenir.

El papa Francisco nos dejó un mensaje pleno de bondad y amor, uniendo las iglesias cristianas, aun las ortodoxas orientales, que hacía un milenio no estaban presentes en estas instancias. Dando señales inequívocas de unidad para la tarea ecuménica en el cristianismo refirió a la dimensión interreligiosa dando un especial lugar al vínculo judeocristiano

Sigo aún emocionado, mientras escribo estas últimas líneas. El abrazo a Francisco renueva un pacto para esta nueva era, la bendición elevada en oración de un nuevo tiempo donde seguimos guiados por el corazón generoso de nuestro pastor y maestro, el papa Francisco que no es otro que el mismo Padre Jorge, el tan querido y valorado Bergoglio.

Sergio Bergman


Abrazar a Francisco, para reencontrarme con Bergoglio.

Me recibió con un afectuoso: "¡Sergio, qué bueno que estás acá! ¿Te colaste? Y en realidad, una vez más, tenía razón.

Fue en la primera audiencia del papa Francisco con los líderes de las diferentes religiones. 
Allí me reencontré con el querido Bergoglio. 
En el marco imponente de la Sala Clementina, el abrazo trascendió la formalidad del protocolar saludo para ver en su sonrisa y gesto cercano a quien, investido como papa, era nuestro Bergoglio de siempre. 
Así, con los gestos que son tan suyos, es cálido, directo, íntimo. 
Con el humor de quien no pierde la sonrisa ni la frescura aun desde esas alturas, recuperando en cada uno la misma apertura, para finalizar pidiendo que sigamos rezando por él. 
Me presenté tan solo para bendecir y agradecer este momento. 
El gesto del abrazo corona un camino de quien es mi referencia, pero también el compromiso renovado por el desafío que nos convoca. 
"Ahora que estoy ante Francisco, vuelvo a abrazar a mi rabino Bergoglio", le dije.
 Me regaló una sonrisa y, con su humor tan particular, me recibió con un afectuoso:
 "¡Sergio, qué bueno que estás acá! ¿Te colaste? 
Y en realidad, una vez más, tenía razón.

Sin entrar en los detalles, no había sido incluido en la delegación formal de representantes de instituciones judías ante el Vaticano y, frente a la rigurosidad infranqueable del protocolo vaticano, aun con la colaboración de los propios dirigentes de la comunidad judía tanto argentina como internacional que estaban presentes, no fue posible incluirme para la audiencia, hasta que, como era previsible, fueron mis amigos sacerdotes y obispos como es el que caso de monseñor Sanchez Sorondo, quienes hicieron llegar la voz para que fuera el mismo papa Francisco quien instruyera a la Secretaría de Estado para que me dieran el acceso, y celebrar en ese mínimo instante que fue eterno para reencontrarnos y poder vernos.

Luego del abrazo de reencuentro, rezamos.

Nuestra milenaria tradición judía prescribe recitar una bendición cuando uno está frente a un sabio y gran maestro de la humanidad. Así que con la alegría del corazón y el alma exaltada en gratitud, recité en hebreo la bendición para concluir juntos diciendo los dos como uno: Amén.

¡Qué emoción! ¡Qué energía! 
Un momento único que quedará por siempre en el corazón y en el alma, un surco fértil de espacio-tiempo que dará su fruto en la buena cosecha del porvenir.

El papa Francisco nos dejó un mensaje pleno de bondad y amor, uniendo las iglesias cristianas, aun las ortodoxas orientales, que hacía un milenio no estaban presentes en estas instancias. 
Dando señales inequívocas de unidad para la tarea ecuménica en el cristianismo refirió a la dimensión interreligiosa dando un especial lugar al vínculo judeocristiano

Sigo aún emocionado, mientras escribo estas últimas líneas. 
El abrazo a Francisco renueva un pacto para esta nueva era, la bendición elevada en oración de un nuevo tiempo donde seguimos guiados por el corazón generoso de nuestro pastor y maestro, el papa Francisco que no es otro que el mismo Padre Jorge, el tan querido y valorado Bergoglio.

Sergio Bergman

“YO SOY la Acción Plenamente Liberadora del Amor Divino”.


MANTO DE DIOS

“Dios se individualizó para tener algo a qué amar.

Los Rayos fueron divididos para expresar Amor.

Cuando tú amas, estás envolviendo aquello que amas con ese Manto de Dios, con esa Presencia Radiante.

Jamás critiques.

 Usa esta afirmación:

“YO SOY la Acción Plenamente Liberadora del Amor Divino”.

Recuerda que el Amor, como Virtud o Atributo de Dios, es una entidad viviente, ya que Dios es Vida, y todos Sus Atributos están vivos.

“Rayo Rosa”, de Rubén Cedeño. -Edición conjunta: EDIT. MANIFESTACIÓN & EDIT. SEÑORA PORTEÑA.

“YO SOY el Amor Divino que llena las Mentes y los Corazones en todas partes”.


LO OPUESTO AL ODIO ES EL AMOR

Lo opuesto al odio es el Amor, y `nadie puede odiar sin haber amado profundamente primero´.

Frente a lo que puedan hacer los demás, protégete llenándolos de Amor Divino.

Si los individuos pudieran solamente reconocer que el Amor de Dios es el Poder motivador natural dentro del ser, verían cómo su intento de usar la energía sin calificarla con este Magno Poder de Amor Divino, les tiene que traer, en consecuencia, resultados opuestos a lo que ellos desean.

Por lo tanto, cuando todo el mundo abra sinceramente la puerta a toda expresión, a toda actividad, descubriremos nuestro mundo transformado y moviéndose dentro de una armadura de Protección donde sólo la Luz, la Paz y la Armonía reinarán.

“YO SOY el Amor Divino que llena las Mentes y los Corazones en todas partes”.

“Rayo Rosa”, de Rubén Cedeño. -Edición conjunta: EDIT. MANIFESTACIÓN & EDIT. SEÑORA PORTEÑA.